Esta es una semblanza (brevísima) de la vida de Camilo José
Cela, el mejor literato español de la segunda mitad del siglo XX.
Nació en Iria Flavia, pueblo cercano a La Coruña, en 1916, y
murió en Madrid en 2002.
Durante su juventud vivió en Galicia y en Madrid, y ya en
ella se significó por lo iconoclasta: le expulsaron de dos colegios de curas.
También sufrió una tuberculosis a los quince años (enfermedad para la que
entonces no existía cura), por lo que pasó un año en un sanatorio de la sierra
de Guadarrama.
Cuando comienza la Guerra civil (julio de 1936) tenía veinte
años. Vivía en Madrid, en donde estudiaba, y consiguió escaparse de esta ciudad
para alistarse en el bando franquista. De esta etapa guerrera no se sabe
casi nada, excepto que fue herido, aunque no debió de ser de mucha
consideración.
Al acabar la guerra comienza a escribir. Su primera novela
es La familia de Pascual Duarte, curiosa por ser su ópera prima, aunque
el valor literario es escaso. Con posterioridad él dijo de ella: «Empecé a
sumar acción sobre acción y sangre sobre sangre, y aquello me quedó como un
petardo», y es verdad que visto desde hoy, resulta bastante tremenda y comercial.
Fue publicada en 1942, es decir, cuando tenía veintiséis años.
Malvive (vamos a decirlo así) en Madrid durante los primeros
años de la posguerra, y de esta época datan sus siguientes narraciones: Pabellón
de reposo (1943) y Nuevas andanzas y desventuras de Lazarillo de Tormes
(1944). Durante estos años escribe varias colecciones de cuentos (algunos
geniales) y los primeros libros de viajes: Viaje a la Alcarria (1948), Ávila
(1952) y Del Miño al Bidasoa. Notas de un vagabundaje (1952).
La obra que le hace famoso es su siguiente novela, La
colmena, publicada en 1951 en Argentina, puesto que aquí no pasó la censura
franquista. Otras obras de esta época son Mrs. Caldwell habla con su hijo
(1953) y La catira (1955), dos novelas que quien esto escribe cree que
tienen mucho interés.
En 1954 se va a vivir a Mallorca, lugar en el que residirá
35 años, y en 1957 es elegido miembro de la Real Academia Española. En Mallorca
continúa con su obra literaria, pero también pone en marcha otros proyectos,
como la revista Papeles de Son Armadans o la editorial Alfaguara, aparte
de escribir nuevos libros de viajes (viajes que llevaba a cabo caminando y con
la mochila al hombro), como son Vagabundo por Castilla (1955), Judíos,
moros y cristianos. Notas de un vagabundaje por Ávila, Segovia y sus tierras
(1956) y Primer viaje andaluz. Notas de un vagabundaje por Jaén, Córdoba,
Sevilla, Huelva y sus tierras (1959).
Es entonces cuando entra en la etapa más interesante de su
obra, con libros tan monumentales como Tobogán de hambrientos (1962), San
Camilo, 1936 (1969), Oficio de tinieblas 5 (1973), Mazurca para
dos muertos (1983), y la sin par Cristo versus Arizona (1988), casi
treinta años de buen hacer literario. Obsérvese que entre ellos hay grandes
lapsos temporales, es decir, que este señor no era de los que publicaba una
novela al año, lo cual se explica, entre otros motivos, por su abundante labor
periodística (por ejemplo: durante muchos años escribió una columna diaria en
ABC).
En 1987 le dan el premio Príncipe de Asturias de las Letras;
en 1989 el Nobel de Literatura, y en 1995 el Premio Cervantes.
Hay una última etapa literaria en su vida, con títulos como La
cruz de San Andrés (refrito de cosas anteriores que sin duda tenía
aparcadas por si surgía la ocasión, y por el que le dieron el Premio Planeta,
nada menos, pero ya se sabe que este premio...), o Madera de boj, obra
ya muy crepuscular, aunque de buena factura.
Esta es, a grandes rasgos, la vida del más interesante
escritor de la segunda mitad del siglo XX español, digno sucesor de don Pío (Pío Baroja), que podría
ostentar idéntico título para la primera mitad. Tal para cual.
Y ahora, ¿cómo es esta obra literaria, que sin llegar a ser
monumental por el tamaño, lo es por la calidad? Quien esto escribe se declara
incondicional del autor, así que sólo daré unos datos:
Don Camilo (como Galdós, por ejemplo, del que era gran
admirador) siempre acertaba con la palabra exacta, que es una habilidad muy
poco común. Era un maniático del lenguaje y las buenas formas gramaticales, y
nada amigo de cursiladas o las pasajeras e ingenuas modas (de las que se reía)
que caracterizan la vida actual, y la de su tiempo también; antes bien,
inventaba nuevas formas de expresión, y cada novela de su época magna es
diferente por completo de la anterior. Su literatura estuvo influida por los
grandes escritores castellanos, Quevedo, Cervantes, Galdós, Baroja..., aunque
también por los narradores norteamericanos de su época, como Faulkner o Dos
Passos. El arte de este señor es muy español, o totalmente español, en esa
línea que podríamos llamar arte tremebundo (él lo llamaba carpetovetónico),
buenos ejemplos de los cuales son los Caprichos de Goya o las películas
de Buñuel.
En general, casi todos sus libros son buenos (algunos
geniales). Destacan las novelas, las recopilaciones de cuentos (hay que leer Claudius,
profesor de idiomas, Culpemos a la primavera o Memorias del
cabrito Smith, chivo insurrecto, para hacerse idea de lo que es un cuento),
y los libros de viajes, en especial Viaje a la Alcarria y Judíos,
moros y cristianos. Las recopilaciones de artículos periodísticos, en mi
opinión, son más aburridas, pero estas son cosas que hacen las editoriales y
con las que él probablemente no estaba de acuerdo, excepto en la parte
crematística.
Durante toda su vida fue un viva la virgen, que es
uno de los más interesantes oficios que aquí abajo se pueden desempeñar. En lo
que concernía a su persona, manejó con arte las relaciones públicas, habilidad
que le reportó gran popularidad (al margen de sus libros), por lo que sin
meterse en honduras de marujeos diversos fue un personaje muy conocido (y
reconocido por el gran público). A esto contribuyó sin duda el no haberse
querido nunca sumar (al menos de forma pública) a esas asociaciones que, como
partidos políticos y demás, han proliferado en nuestra sociedad; lo mismo
podría decirse de modernas tendencias como la progresía, el feminismo o
la homosexualidad, por cuyos principios filosóficos nunca tuvo mucha
simpatía. En cambio, siempre estuvo al lado de la gente de a pie, y esta se lo
agradeció.
En definitiva, fue un cachondo carpetovetónico que
hizo lo que le dio la gana, disfrutó la vida (por lo menos, eso parece
desprenderse de sus escritos) y nos dejó un legado muy importante. ¿Qué más se
puede pedir? Y como final y a modo de ejemplo de su manera de hacer, ¿quieren
leer ustedes un párrafo de uno de sus libros? Es muy corto, trescientas
palabras, pero vale la pena hacerlo. Está en San Camilo, 1936 y dice
así:
Don Roque lleva a las dos criadas de la fonda a la novillada
que se celebra en honor de los aviadores Arnáiz y Calvo, don Roque es muy galante
con las damas, un poco sobón pero muy galante, tenéis que poneros las dos muy
guapas, a los toros no se puede ir de trapillo, descuide don Roque ya verá como
no tiene que avergonzarse de nosotras, eso espero, eso espero..., el programa
de la novillada no es muy brillante –los aviadores Arnáiz y Calvo se hubieran
merecido algo mejor– pero no hay otro, José Neila, Pedro Ramírez y Pedro
Barrera, con ganado del señor González Camino, después se desecharon dos reses
que fueron substituidas por otras dos de don Juan Terrones pero una resultó una
chiva y fue devuelta al corral, se reemplazó por un buey de don Gabriel
González que fue fogueado, ¡todo un saldo!, los aviadores Arnáiz y Calvo y el
respetable se merecían otra cosa, don Roque se sentó con la Paulina a un lado y
la Javiera al otro, la Paulina es más complaciente pero la Javiera es más guapa
y vistosa, la Paulina es más calentona pero la Javiera tampoco hace remilgos,
la Paulina es celosa y la Javiera en cambio lo que quiere es merendar y que la
lleven a los toros, Pedro Ramírez Torerito de Triana cortó una oreja a su
segundo, los otros dos espadas no pasaron de voluntariosos, cuando Torerito de
Triana saludó desde los medios don Roque le preguntó a la Paulina, ¿te lo
tirabas?, ¡calle usted don Roque, qué cosas tiene!, bueno, ya sé que sí, don
Roque se volvió a la Javiera, ¿y tú?, ¿yo qué?, que si te lo tirabas, ¡Jesús,
qué ocurrencia!
Eso es escribir, y no lo que se estila ahora.
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Al margen de lo anterior, en 2011 compuse una especie de
estudio de esta novela (San Camilo, 1936) pasando lista y haciendo una
recopilación de sus múltiples personajes (son más de doscientos) y de la manera
en que está escrita, que es algo parecido a un puzzle. Esto se puede ver en
internet, y descargarlo en pdf (por si alguien tiene curiosidad), en esta
dirección:
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