lunes, 16 de noviembre de 2015

Una fortaleza medieval de verdad



Estamos acostumbrados por el cine de los últimos años a contemplar las edades pasadas con los ojos del presente. Por ejemplo, en Gladiator los luchadores combaten a cámara lenta y con frecuentes repeticiones desde todos los ángulos, talmente como se retransmiten los partidos de fútbol..., lo que resulta completamente irreal. Las edades pasadas, si por algo se distinguieron, fue por la mugre, la suciedad más absoluta y la brutalidad extendida a todos los órdenes; nada de cámaras lentas ni de velos de gasa para dulcificar el aspecto de las cosas. Otro ejemplo actual: la esperanza de vida a principios del siglo XX no llegaba a los 60 años, y hoy pasa de los 80, y esto ha sucedido en sólo 100 años. ¿Qué no podríamos decir de los que ocurría en los siglos XII y XIII?
La imagen que antecede –absolutamente fantástica– es una recreación de la fortaleza de Calatrava, puesto avanzado del reino castellano durante aquellos siglos que se situaba muy cerca de donde hoy está Ciudad Real, y que si la pudiéramos contemplar con el verdadero aspecto que seguramente tuvo en tales tiempos, nos dejaría ciertamente estupefactos. Nada de lo que conocemos, las ventajas de la vida moderna, estaba presente, sino sólo el Guadiana, la piedra y el hierro, los humos de los fuegos, los campos baldíos y el constante peligro de las incursiones enemigas. Las gentes, casi encerradas y siempre temerosas, llevaban a cabo su vida entre el ganado, las ciclópeas murallas y las mayores estrecheces, mientras en las herrerías sonaba de continuo el choque del metal contra el metal. Los soldados confinados en el alcázar oteaban el horizonte desde los adarves, y los niños, entre gritos, recorrían las calles alfombradas de basura con los pies desnudos...
En el extremo izquierdo de la imagen, sobre la llanura y extramuros, se podrían situar los corrales y fondas que junto al camino el en ocasiones concurrido camino que de Toledo llevaba a Córdoba alojaban a los transeúntes, lugar en el que, a despecho de las dificultades, se celebraban periódicas ferias y mercados, y, quién sabe, seguramente también tenían lugar las historias de amor...

Lo anterior viene a cuento de un libro que voy a publicar en breve, Dios conmigo, una novela que describe tales momentos y la vida de quienes de forma cotidiana se batieron en la frontera con las huestes almohades..., aunque si queréis saber más sobre este asunto, podéis ir al siguiente enlace:



NOTA: la foto que encabeza este post no la hecho yo, sólo la he dejado a mi gusto. Podéis ver la original en esta dirección:


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