viernes, 30 de septiembre de 2016

Paseo por el campo


Hoy voy a poner una foto normal. 



Vamos, normal para aquellos que salen habitualmente al campo, eso que ya casi nadie sabe qué es, y llevan con ellos los perros para que se solacen, que los perros lo pasan muy bien en estos lugares. ¡Eso de tener un perro encerrado en una ciudad y sacarlo de paseo amarrado con una correa...! En esto demuestran lo buenos que son, pues llevando semejante vida, ni protestan.
Sin embargo, lo que de verdad les gusta a los perros (y a las personas, aunque muchísimas de ellas no se hayan dado cuenta y piensen que lo que a ellos les gusta es el sofá de su casa, el fútbol y la televisión) es subir un rato al monte, recorrer los caminos hollados por los animales salvajes (que siguen existiendo, están allí, corzos, gamos, ardillas, jabalíes y tantos otros..., aunque los del sofá y la tele no se lo crean), corretear de un lado a otro, olfatearlo todo, dejar que las ideas afluyan a la mente  y pensar, aquí estaba una jabalina con sus jabatos hace veinte minutos, pero cuando nos ha oído se ha internado en la espesura, o también, por aquí no ha mucho que pasó un zorro, y el perro ventea en las cuatrocientas direcciones de la rosa de los vientos, vuelve la cabeza repetidamente y se pregunta, ¿dónde andará?, no puede estar lejos, pero en seguida lo olvida porque nuevos rastros le distraen, el bosque es variado y mil y mil animales, nuestros semejantes, lo pueblan...
Luego, tras el paseo, se vuelve a casa, que hay que vigilar la hacienda, saludar a las vacas del establo, tumbarse en el rincón soleado de todos los días, aguardar a la hora de la pitanza..., y durante el camino de vuelta, durante la bajada, los perros, que son entre miopes y otras cosas más raras, y además sólo ven en blanco y negro y como con teleobjetivo, contemplan el paisaje que ante ellos se exhibe y piensan, ¡jolín!, ¡vaya aspecto que tiene hoy Peña Remoña...
 



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Y ya puestos a mirar, mire AQUÍ




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