Literatura y
cine
Entre estas dos
Bellas Artes hay muchos paralelismos, en general con ventaja para la letra
escrita. Por ejemplo, tú compras una entrada de cine, pagas 4 o 5 €, entras, te
sientas y, durante hora y media, contemplas una serie de imágenes, es decir,
fotografías (a un ritmo de 24 por segundo). Luego se enciende la luz, la gente
se levanta y te tienes que ir, que hay que dejar el sitio a los de la próxima
sesión, y cuando sales sueles ir pensándolo: no estaba mal este rollo, etc.,
o todo lo contrario, que eso depende.
Con uno de
estos libros eléctricos sucede algo parecido, a saber: compras un libro (más
barato, 3 €, o 2,99, por afinar mucho); te echas en una hamaca (o en la cama, o
te sientas en el banco de un parque, o resulta que vas en el metro o en un
autobús...), lo abres y te sumerges en la lectura, que también son imágenes...
–¿Son imágenes?
–¿Ah, no?...
Pues ¿que ves tú en las páginas de un libro? ¿Ves letras? Eso no le sucede a
casi nadie. La gente, la mayor parte, no ve letras en las páginas de un libro,
sino imágenes. ¿Qué son, si no, los protagonistas de los cuentos, que tienen el
cuerpo hecho de sopa de letras? Sí, y no sólo los protagonistas, sino también
los personajes secundarios, el leñador y la bruja del bosque y tantos otros;
los animales de sus corrales y los lugares en que todo aquello sucede; los
bosques y los paisajes y hasta el fondo del mar; todo está hecho de sopa de
letras. Los libros que leemos son una pura sopa de letras, no hay más que ver
las páginas un poco de lejos, y esto es así porque sucede un fenómeno
inexplicable y que voy a intentar aclarar. Los ojos de la cara ven letras, sí,
pero los ojos de la mente..., fíjense ustedes, los ojos de la mente no ven
letras sino que ven caras, ven cuerpos y ademanes (muecas, contorsiones,
aspavientos...), ven paisajes y nubes y objetos de todo tipo. ¿No es esto
precisamente la magia?
En los cuentos
yo he visto mil y una máquinas y entidades. Ranas verdes, brujas, leñadores,
barcos de tres palos, hermanos perdidos en un bosque, cielos estrellados, bellas
durmientes, y sin embargo sólo veía letras, igual que ve usted, quien me mira.
Son los caprichos y las ilusiones de la mente, lo que sucede cuando nos
adentramos en el reino de los pensamientos encantados, lo que nos sugieren las
infinitas sopas de letras que danzan en el Universo...
¿He de añadir alguna otra cosa, para convencer incluso a los más recalcitrantes escépticos? Ya sé que hay
personas a las que alargas un libro y les dices, mira, echa una ojeada a esto,
y levantan las manos como si les hubieras apuntado con una pistola. Luego
añaden, no, yo..., y mueven las manos sin saber qué hacer con ellas..., aunque
el libro no lo cogen, eso desde luego.
En fin, que así
están las cosas y ellos se lo pierden. ¡Ah!, y al acabar no te echan del cine,
que va. Al acabar, si te ha gustado, te puedes quedar a la siguiente sesión, es
decir, volver a leerlo, y todo por el mismo precio. ¿Alguien da más? ¡Y luego
dicen que el pescado es caro!...
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